¿Estás condenado a repetir la historia de tu familia?
La promesa que transforma la herencia.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos que nombrarás príncipes por toda la tierra» – Salmo 45,17.
Hay frases de la Palabra que se quedan dando vueltas adentro, como si esperaran su momento para hacerse claras. Esta es una de ellas. A cambio de tus padres, tendrás hijos… La primera vez que la leí, no supe bien qué quería decir.
Pero sentí que había algo ahí para mí; algo que tenía que ver con la historia de donde vengo, con lo que heredé, con las marcas que también me habitan. Con los años fui entendiendo que esta promesa habla de cómo Dios transforma lo heredado en algo nuevo.
Que hay heridas que no se niegan, pero se vuelven fértiles cuando Él entra en la historia.
Nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron
Todos venimos de una historia. De una familia que nos dio la vida, de padres que, con sus límites y sus luces, hicieron lo que pudieron. Algunos estuvieron presentes, otros no tanto. Eso deja huellas. No se trata de culpar ni de idealizar.
Ellos también fueron hijos. También buscaron amor, también se equivocaron. En ese tejido imperfecto de vínculos, Dios estuvo y está, silencioso, sosteniendo desde adentro lo que a veces sentimos que se rompió.
Dios transforma, no borra
Me conmueve pensar que Dios no me promete olvidar el pasado, sino hacer algo nuevo con él. No me pide negar las heridas, sino ofrecerlas. Porque cuando las pongo en Sus manos, se vuelven semilla.
«A cambio de tus padres, tendrás hijos…»
Es como si dijera: voy a hacerte fecundo incluso en lo que dolió. El amor que te faltó lo vas a poder dar. Lo que no recibiste lo vas a engendrar. Y no por mérito, sino porque mi gracia reescribe la historia.
Hijos que serán príncipes
Esa parte de la promesa me llena de ternura: «los nombrarás príncipes por toda la tierra». Dios no solo promete frutos, promete dignidad. Te devuelve la mirada limpia, la identidad de hijo amado.
Los «hijos» pueden ser muchas cosas: personas, vínculos nuevos, proyectos, palabras que sanan.
Todo lo que nace del perdón lleva la marca del Reino. Y así, sin darnos cuenta, lo que un día nos dolió se convierte en fuente para otros.
Una herencia distinta
Dios me recuerda que no estoy condenado a repetir mi historia. Puedo elegir amar distinto, cuidar distinto, empezar de nuevo. Esa es la herencia que Él ofrece: no la de la perfección, sino la de la gracia que transforma.
Dios no cambia el pasado, pero cambia el fruto que ese pasado dará. Y eso alcanza para vivir en paz.



Este artículo me ha encantado. Justo ayer lloré mucho en mi oración por causa de los problemas en mi familia, con mis padres especialmente, pero Dios me decía esto: que ellos necesitan amor para sanar, y tal vez no lo recibieron como debieron. Y que a mí me corresponde amar y tener misericordia, así como Él la tiene conmigo.
Este artículo llega preciso. Muchas gracias!
Me encanta!!Gracias por compartirnos la reflexion