Cuando Dios llama, transforma 🔥
Lecciones para la fiesta de san Pedro y san Pablo
✅ Check-in espiritual
Celebrar la fiesta de San Pedro y San Pablo es asomarse a un misterio precioso: Dios no busca discípulos perfectos, sino corazones disponibles. Pedro negó. Pablo persiguió. Y sin embargo, sobre sus debilidades edificó una Iglesia viva y expansiva. Uno tenía manos de pescador y miedo en la mirada. El otro, palabras filosas y un fuego que quemaba. Dos caminos muy distintos. Un solo Amor que los transformó.
¿Qué une a estos dos hombres? La respuesta podría estar en su encuentro con Cristo. Pedro se dejó mirar. Pablo se dejó tumbar. Ambos se dejaron convertir. Y lo hicieron más de una vez. Porque la santidad no se forja en un instante, sino en la perseverancia de cada día.
En este tiempo, tal vez nos conviene mirar a estos santos como espejos. ¿Cuántas veces hemos querido huir como Pedro o justificarlo todo como Pablo? ¿Cuántas veces nos hemos sentido indignos, frágiles o demasiado rotos para algo grande?
Y sin embargo, aquí estamos: aún llamados. Aún elegidos. Aún enviados.
📌 Preguntas para reflexionar:
¿Qué parte de mi historia me cuesta creer que Dios puede usar para algo bueno?
¿Estoy dejando que Cristo me mire… o sigo escondiéndome tras mis límites?
¿A qué misión concreta me está llamando hoy, como a Pedro y Pablo, más allá de mis caídas?
⛪ Esto ocurrió en la Iglesia
Esta semana la Iglesia ha vivido momentos preciosos de gracia. En el Jubileo de los seminaristas, el Papa León XIV les invitó a ser servidores de una Iglesia abierta, acogedora y profundamente misionera.
Les recordó que no están formándose para quedarse encerrados, sino para salir, para servir, para llevar a Jesús a cada rincón. También fue el Jubileo de los obispos, a quienes el Papa les pidió ser hombres de fidelidad y unidad, pastores con el corazón firme en Cristo y siempre al servicio de la comunión.
Por su parte, el Santo Padre sigue insistiendo en algo que no podemos dejar pasar: ¡necesitamos paz! En un mundo herido por tantas guerras, divisiones y odios, su voz resuena fuerte recordándonos que la paz no se construye sola.
Es una tarea que empieza en el corazón y se extiende a nuestras familias, comunidades y naciones.
Nos toca a cada uno consolidar la paz y ser personas de paz. ¿Estamos dispuestos a asumir ese desafío?
🍿 Algo para ver este fin de semana
Mi amigo el señor Morgan es una comedia romántica del 2013 que sorprende por su ternura y profundidad. Cuenta la historia de una amistad inesperada entre un viudo norteamericano y una joven parisina, que transforma sus vidas de maneras insospechadas.
A través de conversaciones sencillas, paseos por París y silencios compartidos, esta película nos recuerda el valor de la vida, del amor, de los pequeños gestos y de las conexiones humanas que nos rescatan del vacío.
No es una película católica, pero toca fibras profundamente cristianas: la compasión hacia los que sufren, el acompañamiento del dolor, la esperanza frente a la muerte.
Su final es duro, sí, pero deja en el alma una pregunta: ¿cómo podemos acompañar a quienes han perdido el amor de su vida?
Una película que no deja indiferente y que, sin decirlo explícitamente, nos invita a mirar la vida eterna con esperanza.
📚 Si no sabes qué leer…
En Simón Pedro, Georges Chevrot recorre los principales pasajes evangélicos en los que Pedro y Jesús se encuentran. Cada episodio es una meditación profunda, sencilla y directa, que no solo ilumina la vida del apóstol, sino que interpela la nuestra.
Chevrot no idealiza: muestra a Pedro tal como es —impulsivo, generoso, frágil, valiente— y, desde ahí, saca consecuencias prácticas para vivir nuestra vocación cristiana.
La obediencia confiada, la formación en el seguimiento, la sinceridad ante el Maestro, la generosidad sin cálculos... Todo lo que vivió Pedro se convierte en escuela para nuestra alma.
Una lectura perfecta para estos días en que celebramos su fiesta, y una oportunidad para dejarnos formar —como él— en la cercanía con Cristo.
🎥 Una oración para ser instrumentos de Dios
Pedro y Pablo ofrecieron sus vidas de formas distintas, pero con un mismo corazón dispuesto. Pedro prestó sus redes, su casa, su impulsividad, su miedo… hasta convertirse en roca. Pablo ofreció su inteligencia, su fuego interior, su historia pasada… hasta convertirse en apóstol de los gentiles.
Ambos respondieron a la llamada de Cristo con un “haz de mí” silencioso pero constante. Dejaron que Jesús hiciera de ellos instrumentos de su amor, aún en medio de caídas, persecuciones, dudas o debilidades.
Te invitamos ahora a rezar con nosotros esta oración que nació del corazón y que expresa ese mismo deseo: ser cada día más de Cristo, ser suyos.
Haz de mí, Jesús... tu mirada, tus manos, tus redes, tu voz. Hazme apóstol, como Pedro y como Pablo.
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¡Nos encantará conocer tu opinión! Así podremos seguir mejorando.
Muchísimas gracias. Nuestro Buen Padre Dios bendiga abundantemente esta misión tan hermosa y la haga muy fecunda.