¿Qué podemos aprender de los monjes para alcanzar una vida sin estrés?
Un "secreto" milenario.
En el mundo actual, el estrés parece una sombra constante que acompaña nuestras vidas. No obstante, los monjes benedictinos, quienes desde el siglo VI han custodiado la Regla de San Benito, han cultivado un estilo de vida que les permite mantener una profunda paz interior.
El “secreto milenario” de los monjes benedictinos no es una fórmula mágica, sino un estilo de vida integrado de silencio, oración y trabajo que, al ser vivido con amor y humildad, neutraliza el estrés y conduce a la verdadera paz interior.
¡Te cuento lo que podemos aprender de ellos!
1. Silenciar la mente
El poder del silencio se demostró de manera contundente en el experimento documentado en la serie The Big Silence (2010), donde varias personas pasaron días en retiro silencioso en una abadía de Inglaterra. Aunque al principio el silencio les resultó doloroso, pronto descubrieron “centros de dolor afectivo” que su rutina ruidosa había escondido.
Al enfrentar esos sentimientos, los participantes lograron reconectar profundamente consigo mismos y experimentaron una reducción del estrés que se mantuvo en el tiempo.
Fue el abad Christopher Jamison, quien supervisó el retiro, el que describió a los participantes como personas que vivían en una “epidemia de ocupación”.
Después de todo, como dijo el Papa Pablo VI, el silencio es una herramienta que “retira todas las fuerzas del alma de los ruidos vanos y la dirige a un solo Dios”.
2. Renovar la perspectiva
La oración nos ayuda a poner en perspectiva las cosas. ¿Qué de lo que hacemos vale para nuestra eternidad? ¿Qué quiere Dios con nosotros, con nuestra vida, nuestras tareas…?
Una manera de hacer oración, aprendida por los monjes, es la Lectio Divina. Se trata de un proceso de cuatro pasos —lectura, meditación, oración y contemplación— que lleva la palabra de Dios desde el intelecto hasta el corazón, transformando la mente y la vida del creyente.
Esta práctica es un antídoto eficaz contra el estrés porque cada etapa tiene un propósito específico:
La lectura abre la mente a la verdad del texto bíblico, impidiendo que se convierta en un mero “pretexto para no salir nunca de nuestros pensamientos”.
La meditación invita a la reflexión personal, planteando la pregunta: “¿qué dice el texto a mí?”. Esto desvía la atención de los problemas cotidianos.
La oración permite expresar gratitud, petición y alabanza, liberando la tensión acumulada.
La contemplación culmina en una visión “desde el punto de vista de Dios”, lo que conduce a una paz interior que trasciende las circunstancias externas.
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Equilibrar la vida
San Benito añadió al modelo oriental de ascetismo una “actividad laboriosa que permite al monje dar a otros el fruto de la contemplación”.
El trabajo manual sirve para tres propósitos principales: primero, evita la ociosidad, que es la “enemiga del alma”, según la Regla; segundo, fortalece el cuerpo y el espíritu, pues el trabajo “tranquiliza, fortalece y eleva” al monje; y tercero, cultiva la caridad al ofrecer los frutos del trabajo a la comunidad y a los necesitados.
Este equilibrio entre oración y trabajo impide la sobrecarga en cualquiera de los dos extremos, creando un ritmo que protege contra el agotamiento y el estrés.
¿Cómo aplicar esto en tu vida diaria?
Aunque la vida monástica es única, ¡sus principios pueden adaptarse a la rutina diaria de cualquier persona! No es necesario apartarnos del mundo para poder ralentizar el ritmo frenético que nos roba la paz.
Considerando todo lo anterior, te dejo algunos ejemplos.
Por ejemplo, practicar un silencio estructurado —como dedicar diez minutos a la quietud cada mañana— ayuda a reducir la sobrecarga sensorial y la ansiedad.
De igual manera, incorporar una breve Lectio Divina personal —leyendo y meditando un pasaje bíblico durante quince minutos— puede transformar pensamientos negativos en gratitud y esperanza.
Realizar una tarea manual con atención plena —cocinar, jardinear o cualquier trabajo creativo— libera la mente y produce una sensación de logro.
Y, por último, cultivar la humildad mediante la escucha activa en relaciones familiares o laborales fomenta la paz interior y disminuye los conflictos.
¿Te animas a probarlo esta semana?