¿Sabías que el Catecismo dice que la oración es participar de la vida de Dios?
El Papa Francisco, en una de sus catequesis (10 de febrero de 2021), recordó que la oración no debería ser algo que hacemos solo a ratos, sino una atención continua a Dios.
Esto es posible porque es el mismo Espíritu Santo quien se hace presente en los pequeños momentos de cada día para que la oración nazca de nuestro corazón.
Por eso, cualquier instante puede ser una oportunidad para encontrarnos con Él, si aprendemos a abrirnos a esa presencia con una actitud orante constante.
En la catequesis que te mencioné, el Papa Francisco enseñaba que todo pensamiento, incluso los que parecen “sin importancia”, puede transformarse en oración. Lo comparaba con una persona enamorada que lleva al ser amado en el corazón a donde vaya: así también el creyente puede convertir cada acción en un diálogo con el Señor.
Cuando decimos frases sencillas como “Señor, ayúdame” o “Padre, gracias” mientras caminamos o esperamos el bus, esas palabras son como pequeñas luces que nos recuerdan que Dios está cerca, incluso en lo más cotidiano.
Formas simples de mantener viva esa relación con Él
Cuando la oración se vuelve parte natural de nuestra rutina, toda la vida se transforma en una conversación continua con el Señor.
Es entonces cuando descubrimos que Dios no está lejos, sino en lo más cotidiano: en el trabajo, en la familia, en los silencios y en los gestos sencillos de cada día.
Te comparto algunos consejos para conservar la presencia de Dios en el día a día.
Oraciones cortas y frecuentes: repetir pequeñas oraciones o jaculatorias durante el día, en medio del trabajo o al cambiar de tarea. Nos ayuda a mantener la mente en Dios y a convertir lo cotidiano en algo sagrado.
Dar gracias al despertar y al acostarse: empezar y terminar el día con gratitud abre el corazón y nos hace más conscientes de la acción del Espíritu en nuestra vida.
Meditar el Evangelio: dedicar unos minutos a reflexionar sobre la Palabra y aplicarla a lo que vivimos nos ayuda a dejar que el Espíritu nos guíe y nos acerque más a Jesús.
Orar “en movimiento”: aprovechar los trayectos —caminar al trabajo, hacer las compras— como momentos para hablar con Dios nos recuerda que Él camina con nosotros.
Orar por los demás: pedir por las personas que amamos o por quienes sufren nos une a ellos y nos hace participar en la compasión de Dios.
Vivir en la presencia de Dios no se trata de “rezar más cosas”, sino de aprender a ver cada momento como una oportunidad para hablar con Él.
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